Blue Monday: cómo una idea de comunicación puede influir en nuestras emociones
Hoy siento el Blue Monday más que nunca: llueve, hace frío, estoy agotada y deseando que este interminable mes de enero llegue a su fin. Y lo curioso es que, a pesar de haber vivido en primera persona cómo la agencia de comunicación en la que trabajaba ideó este concepto hace 20 años, debo admitir que incluso a mí me está afectando.
Porter Novelli diseñó esta campaña en 2005 para promocionar una agencia de viajes. El objetivo era claro: motivar a las personas a reservar vacaciones en enero, una época marcada por el mal tiempo, los días cortos, el cansancio acumulado y las preocupaciones económicas tras las fiestas.
¿El resultado? Una fórmula pseudocientífica que posicionó el tercer lunes de enero como el día más deprimente del año.
El impacto no tardó en llegar.
Los medios de comunicación se hicieron eco del concepto, amplificándolo, mientras marcas de todo tipo, desde gimnasios hasta firmas de moda, lo incorporaban en sus mensajes. Este efecto dominó convirtió al Blue Monday en un fenómeno viral y lo grabó en el imaginario colectivo.
La clave de su éxito radicó en un timing perfecto, aprovechando la “resaca emocional” de enero, y en su habilidad para conectar con una emoción universal: esa melancolía y sensación de desafío que trae el inicio de un nuevo año.
Me encanta usar este caso como ejemplo del impacto que puede tener la comunicación en nuestras percepciones y decisiones. Una idea simple, bien diseñada y estratégicamente ejecutada, tiene el poder de influir en nuestros comportamientos.
La historia del Blue Monday nos demuestra que, en el mundo de la comunicación, conectar con las emociones es una herramienta transformadora.